CATÁSTROFE

Vertido de petróleo en California

Los héroes silenciosos de Santa Bárbara

  • Los encargados de recoger el vertido tienen instrucciones de no hablar con la prensa

  • Según uno de los responsables, la operación de limpieza costará 30 millones de dólares

  • Santa Bárbara ya vivió un gran vertido en 1969

Algunas de las personas encargadas de limpiar el chapapote de la costa...

Algunas de las personas encargadas de limpiar el chapapote de la costa californiana. FOTOS: I. HERNÁNDEZ

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La rotura de un oleoducto subterráneo en la costa de Gaviota despertó la preocupación de sus habitantes por el mal olor. Fueron los bomberos quienes descubrieron el escape, que ya estaba tiñendo de negro las costas.

Plains All-American Pipeline, la empresa dueña del oleoducto que normalmente transporta 24 millones de litros de crudo de ExxonMobil al día había tenido problemas con el sistema de bombeo del petróleo esa mañana. Plains calcula que el oleoducto estuvo perdiendo crudo durante poco más de dos horas al ritmo de 191.000 litros la hora. De los 400.000 litros vertidos, 80.000 han acabado en el mar, y Plains dice haber recogido ya 26.000.

La ciudad de Goleta, al sur de la zona donde se produjo el vertido, ha declarado el estado de emergencia porque está previsto que el petróleo alcance sus playas esta misma tarde.

Las playas se encuentran cerradas al público. Son muchos los turistas que se han visto obligados a abandonar los numerosos campings que hay en la zona.

Ante la lenta respuesta de los servicios de limpieza, una docena de estudiantes voluntarios de Santa Bárbara fueron a recoger chapapote a la costa con cubos, palas y rastrillos, como ya hicieran en 1969, el año que las costas de Santa Bárbara se inundaron de petróleo tras una explosión que vertió crudo durante un mes al ritmo de 100.000 litros al día. Aquella catástrofe marcó el comienzo del movimiento medioambiental moderno y el génesis del Día de la Tierra, e indirectamente ayudó a proteger la costa de Gaviota como reserva natural, la misma que ahora sufre las consecuencias del derrame.

Limpiadores profesionales

Ingmar Anner, salvadoreño de padre suizo, nació en 1969, el año de aquel vertido que marcó un antes y un después en la historia de Santa Bárbara. Ahora es el presidente de Iggy Ship, Inc. Marine Services, una de las empresas de limpieza subcontratada para ayudar en la limpieza este último derrame. Ha viajado desde el condado de Los Ángeles con un equipo de 60 personas, en su mayoría hispanos, todas ellas con instrucciones de guardar absoluto silencio con los medios.

Anner es el único que ha querido hablar con EL MUNDO.es.

"Ha venido mucha gente que quería limpiar voluntariamente", explica Anner, "pero no pueden. Este es un trabajo para gente entrenada."El equipo de Iggy Ship es uno de muchos que han viajado desde otras partes de California. A muchos les despertaron de madrugada para que se prepararan para el viaje. "Me hablaron para avisar que salíamos ya y que íbamos a trabajar entre una semana y tres meses," confiesa un joven latino enfundado en un mono blanco y unas botas desechables amarillas. "Me vine con lo puesto".

Aunque Plains All-American oficialmente dice no saber cuanto costará la limpieza, Anner declara que esta es una operación de 30 millones de dólares. "Nos iremos de aquí cuando ya no quede una gota de petróleo",

añade un hombre con un casco blanco que lleva una pegatina con el logotipo de Plains. No da su nombre.

El oleoducto se rompió en un rancho de propiedad privada donde tampoco se permite el acceso a la prensa. En esas colinas hay maquinaria excavando y limpiando. Aquí abajo, varios barcos con barreras flotantes empujan el petróleo hacia la costa para que el equipo de Anner lo pueda rastrillar y empaquetar en bolsas de plástico.

Un responsable de la empresa EHCT (Centro para la Toxicología y la Salud Medioambiental) ha viajado desde Arkansas para medir el contenido de bencina y otros gases tóxicos en el aire. Dice no detectar nada fuera de lo normal, pero tampoco quiere hacer ningún comentario. Se limita a dar el teléfono de información general sobre la calidad del aire.

Mientras tanto, la comunidad de Santa Bárbara, acostumbrada a tener cierto control sobre su medioambiente desde aquel fatídico 1969, se encuentra frustrada por sentirse alejada de su playa y por el secretismo con que el que se está tratando todo. Sólo les queda el consuelo que quizás este mal trago sirva para evitar que ocurran desastres mayores en un futuro.

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